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soñé que algo me dolía, no sabía que era, pero dolía...

mis pies apoyados en la madera que sobresale del colchón, la de la base de la cama que siempre intenta escaparse y saltar por la ventana, madera de márgenes afilados de frustración haciéndo presión contra mi y doliendo, dañando, horadando... pero después de unos minutos ese otro dolor que al principio sólo olía, se volvió tan ruidoso, tan escandaloso, tan insoportable, que me olvidé por completo del que torturaba a mis pies...

mis ojos clavados en el techo, de vez en cuando distraidos en las paredes, en las puertas, en las ventanas... y el dolor, el dolor que no sabía donde estaba ni de donde venía, tanto, tan grande dolor, que parecía que el colchón bajo mi cuerpo, que el aire que respiraba, todo estuviera hecho de dolor...

sentía que me mojaba, el dolor era líquido y llenaba mi cuarto...

entonces me dí cuenta de que el dolor venía de afuera, no de adentro...

dolor fuera de mi, grande, más grande que yo, más fuerte que yo, empleaba esa fuerza para abrirse paso entre los poros de mi piel...

me sentía presionada, prensada, apachurrada...

me aplastaba el dolor, y me mojaba...

no sabía si lloraba o era el dolor el que me corría por las mejillas...

recuerdo que pensaba: esto es sólo un sueño, respira!

respiré y sentí que me ahogaba, mis pulmones tan necesitados de aire se llenaron de ese dolor líquido, sentí que colapsaban...

despierta! despierta!